jueves, 17 de enero de 2013

Amigos y buen comer.



¡¡¡¡¡Vuelvooooo!!!!!

Sé que lo primero es disculparme con mis pocos pero ansiosos y fieles lectores que me hacen llegar sus ganas de seguir… o más bien de empezar a leer el blog de una vez por todas. Así que empiezo de nuevo dedicándoselo a ellos.

Para mí, y ahora que estamos en un mundo tan conectado, redes sociales, whatsapp… no existe mayor red social que la que produce la gastronomía, la que produce el buen comer. Y es que ese “buen comer” adquiere el adjetivo de “buen” cuando lo hacemos con amigos o familia. Tengo la suerte de disfrutar por tanto, del buen comer.

Y es que en los últimos meses tanto con mis amigos como con mi familia hemos organizado encuentros gastronómicos de calidad, tanto por lo que se comía como por las personas. Así que este post va a ser el primero de la serie Amigos, ya que hay material atrasado que contar.

Habrá quién piense que antes de esto hay otros acontecimientos pero es que desde que nos comimos aquel cocido a la paja no soy capaz de pensar en otra entrada para reanudar el blog.

A mediados de diciembre, justo antes de las fiestas de Navidad, mi amigo José Carlos planteó hacer un cocido en su chalet de Bargas, un "cocido a la lumbre" a tal invitación yo no pude sino contestar un sí mientras la primera fase de la futura digestión ya hacía efecto: salivar cual náufrago perdido en una isla que no ha visto comida en meses.

Después de una semana organizando, comprando, aumentaban los kilos de  garbanzos en proporción a la lista de asistentes a tal magno evento. Y llegó el día.




Aunque hacía frío, José Carlos y Gema desde tempranas horas mañaneras de domingo estaban preparando la paja, “muy caliente pero sin llama” para poner el puchero a cocer con todos los ingredientes del Cocido, que otro día veremos. Cada uno fuimos llevando nuestra pequeña aportación a la reunión gastronómica. Unos el pan, otros los ilustres “encurtidos de El Cocido”, otros refrescos, otros el vino. Por mi parte llevé un pequeño aperitivo para ir abriendo boca: mi, por qué no decirlo, famoso Salmorejo de Remolacha cuya receta tendréis en breve, el repollo rehogado que le viene de miedo a los garbanzos, y la llamada en mi casa “Salsa de Cocido”, una mezcla picante que acompaña al comensal durante todo el cocido, mojando mucho pan.



Entre aplausos por cada plato que iba saliendo fuimos comiendo y disfrutando del cocido a la lumbre y de los complementos. Todo estaba en su punto, la sopa increíble, los garbanzos ni duros ni blandos, la pringá… ¡ay! La pringá… ya vuelvo a salivar…





Acabamos, como no podía ser de otra manera, y después de cervezas, vino y una buena comida, cantando villancicos culminando con nuestra versión de Gangnam Style. Y aquí la prueba de ello, aunque algun@ me matará después...




Este post, a parte de ser un homenaje a esas reuniones de amigos que tanto nos hacen disfrutar, también lo es a la cocina tradicional. Nos gusta innovar, nos gusta experimentar, probar cosas nuevas, romper moldes gastronómicos, pero cuando nos comemos un cocido así, sabemos que eso no lo podemos ni debemos perder.


P.D. A todos los que sufrieron ardores de estómago al día siguiente, los que esa noche vieron de nuevo los garbanzos pero deconstruidos: no me digáis que no mereció la pena. Gracias a todos.

Para futuras entradas, me gustaría poner siempre el vino o vinos que acompañan a la comida, si los hubiera. En este caso el vino fue Adolfo Colección (V. de la ciudad de Toledo) y lo trajo San José... perdón, Adolfo Muñoz... Podéis comprarlo aquí.

La Virgen María y San José quisieron visitarnos...

Las guindillas de "hombre"

Esos "hombres" brindando con su guindilla...

Mise en place

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